sábado, 24 de septiembre de 2011

BATALLA DE TUCUMAN

Durante su marcha a Tucumán ha recibido Belgrano una nueva y perentoria orden del Triunvirato para que se retire sobre Córdoba definitivamente, dejando en consecuencia libradas a su propia suerte las provincias del noroeste.

Pero el general contesta que está decidido a presentar batalla porque lo estima indispensable.

Por eso mismo, se encarga de incitar al pueblo tucumano para obtener su apoyo. Lo consigue, y para ello cuenta con la ayuda de algunas viejas familias patricias.

Los poderosos Aráoz, virtuales dueños de la ciudad, vinculados a su ejército por dos de sus familiares Díaz Vélez, cuya madre es Aráoz, y el joven teniente Gregorio Aráoz de La Madrid, volcarán todo su prestigio y ascendiente en la causa patriota.

Antes de su arribo, Belgrano ha ordenado desde Encrucijada a Juan Ramón Balcarce que se adelante a Tucumán para conseguir refuerzos y convocar a las milicias para reclutar un cuerpo de caballería; éste se halla en pleno entrenamiento cuando llega Belgrano con el grueso del ejército.

Sin más armas que unas lanzas improvisadas, sin uniformes y con los guardamontes que habrían de hacerse famosos, Balcarce consigue organizar una fuerza de cuatrocientos hombres, punto de partida de la famosa caballería gaucha que hará su aparición por vez primera en una batalla campal, en Tucumán.

El gobierno insiste, en sus oficios a Belgrano, en que éste debe retirarse hasta Córdoba.

Belgrano quiso cumplir con el gobierno y ordenó la retirada del ejército al sur.
Pero no pudo hacerlo mucho tiempo: no consiguió resistirse a los tucumanos que le pidieron defendiera su ciudad.

Así, entre el 13 y el 24 de Septiembre, Belgrano se multiplica para organizar la defensa. Con el ejército de Tristán a la vista, escribe el 24:

“Algo es preciso aventurar y ésta es la ocasión de hacerlo; voy a presentar batalla fuera del pueblo y en caso desgraciado me encerraré en la plaza hasta concluir con honor.”.

El día anterior el ejército ha salido de la ciudad a la que regresa por la noche. Pero a la madrugada del 24 inicia los movimientos para ocupar la posici6n de la víspera.

El encuentro no tarda en producirse en un paraje llamado “Campo de las Carreras” (conocido también como Campo de la Tablada o La Ciudadela, actual Plaza Belgrano).

Los patriotas atacan casi de sorpresa, pero Tristán alcanza a desmontar su artillería y formar su línea de combate.

La carga de caballería gaucha, a los gritos y haciendo sonar sus guardamontes, desconcierta y quiebra la izquierda de los realistas, mientras en el otro flanco – donde está Belgrano – los patriotas son arrollados.

La lucha se desarrolla en medio de un tremendo desorden, aumentado por la oscuridad provocada por una inmensa manga de langostas y la caballería de ambos ejércitos combate en entreveros furiosos.

Díaz Vélez y Dorrego encuentran abandonado el parque de Tristán con treinta y nueve carretas cargadas de armas y municiones, y junto con los prisioneros que toman y los cañones que pueden arrastrar, corren a encerrarse en la, ciudad.

La confusión es tal que, cuando Belgrano intenta un movimiento, se cruza con el coronel Moldes, quien le pregunta:

- ¿Dónde va usted, mi general?

- A buscar la gente de la izquierda, Moldes.

- Pero estamos cortados, mi General.

- Entonces, vayamos en procura de la caballería.

Cuando Paz se encuentra con ellos, se halla Belgrano acompañado por Moldes, sus ayudantes y algunos pocos hombres más.

Ni el general ni sus compañeros saben el éxito de la acción e ignoran si la plaza ha sido tomada por el enemigo o sí se conserva en manos de los patriotas.

A la noticia de la aparición del general, empiezan a reunirse muchos de los innumerables dispersos de caballería que cubren el campo.

A uno de los primeros en aparecer pregunta el general:

- ¿Qué hay? ¿Qué sabe usted de la plaza?

- Nosotros hemos vencido al enemigo que hemos tenido al frente.

Pocos momentos después, se presenta Balcarce con algunos oficiales Y veinte hombres de tropa, gritando ¡Viva la Patria!, y manifestando la más grande alegría por la victoria conseguida.

Se aproxima a felicitar al general Belgrano, quien a su vez le pregunta:

- Pero, ¿qué hay?

¿En qué se funda usted para proclamar la victoria?

- Nosotros hemos triunfado del enemigo que teníamos al frente, y juzgo que en todas partes habrá sucedido lo mismo: queda ese campo cubierto de cadáveres y despojos.

Hasta ese momento nada se sabe de la infantería, ni de la plaza.

Al atardecer se entera Belgrano de la suerte corrida por el resto del ejército.

Mientras tanto, Tristán consigue reorganizar a los suyos. Se encuentra dueño del campo de batalla que ha sido abandonado por los patriotas, pero ha perdido el parque y la mayor parte de los cañones.

Se dirige entonces a la ciudad e intima rendición a Díaz Vélez con la amenaza de incendiarla.

Se le responde que, en tal caso, se degollarán los prisioneros, entre los cuales figuran cuatro coroneles.

Durante toda la noche permanece Tristán junto a la ciudad, sin atreverse a cumplir su amenaza.

El 25 por la mañana encuentra que Belgrano, con alguna tropa, está a retaguardia.

Su situación es comprometida.

Belgrano le intima rendición “en nombre de la fraternidad americana”.

Sin aceptarla y sin combatir, Tristán se retira lentamente esa misma noche por el camino de Salta, dejando 453 muertos, 687 prisioneros, 13 cañones, 358 fusiles y todo el parque, compuesto de 39 carretas con 70 cajas de municiones y 87 tiendas de campaña.

Sus pérdidas de armas dejan al ejército patriota provisto para toda la campaña. Las bajas patrióticas, por otra parte, son escasas:

65 muertos y 187 heridos.

Manuel Belgrano, esperando la rendición de Pío Tristán, no lo persigue y sólo encomienda a Díaz Vélez que “pique su retaguardia” con 600 hombres.

Durante la persecución, se entablan varios combates con resultados dispares.

Zelaya realiza un ataque poco afortunado contra Jujuy. Diaz Vélez ocupa Salta momentáneamente. De todos modos, al regresar a Tucumán a fines de octubre, trae sesenta nuevos prisioneros y 80 rescatados al enemigo.

Sus fuerzas se incorporan a la columna que marcha detrás de la procesión con que se honra a la Virgen de las Mercedes, que Belgrano nombra Generala del Ejército porque precisamente la victoria de Tucumán se ha verificado en el día de su advocación.

El general en jefe se separa de su bastón de mando y lo coloca en los brazos de la imagen, en el transcurso de la solemne procesión que se realiza por las calles tucumanas.

Vicente Fidel López llama a Tucumán “la más criolla de cuantas batallas se han dado en territorio argentino”.

Faltó prudencia, previsión, disciplina, orden y no se supieron aprovechar las ventajas; pero en cambio hubo coraje, arrogancia, viveza, generosidad… y se ganó.

El 24 de setiembre Belgrano salvó a la Patria en la batalla de Tucumán.

La salvó no solamente porque el ejército español fue derrotado, sino –y principalmente– porque al llegar la noticia a Buenos Aires el pueblo se lanzó a la calle clamando contra el Triunvirato.

Entonces los granaderos montados de San Martín, los artilleros de Pinto y los arribeños de Ocampo hicieron saber al gobierno que había cesado, y se convocaría una asamblea para votar la figura con que deben aparecer las Provincias Unidas en el gran teatro de las naciones.

Ese fue el propósito de la revolución del 8 deoctubre de 1812 y de la asamblea convocada para enero del 13.


Fuente

Agenda de Reflexión el Septiembre 24, 2003
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado.
Museo Casa Histórica de la Independencia – S. M. de Tucumán
Portal – Historia del País
Rosa, José María – Historia del revisionismo y otros ensayos.
Turone, Gabriel O. – La Batalla de Tucumán.