sábado, 27 de febrero de 2010

LAS HUELLAS DEL RENCOR

Tras la asunción de Raúl Alfonsín como presidente de la Nación, en diciembre de 1983, buena parte de los intelectuales argentinos se entregó a una disputa enconada: determinar quiénes, entre ellos, habían contribuido realmente al derrumbe del proceso militar.

Las huellas del rencor

Es decir, si aquellos que, por distintas razones, se habían ido del país durante los años de plomo, o aquellos que habían permanecido en él.

La feroz intransigencia con que esos hombres y mujeres, lúcidos en tantos aspectos, necesitaron agredirse unos a otros, dio forma a dos bandos irreconciliables, empeñados en demostrar que la única conducta adecuada había sido la propia.

Esa confrontación implacable dañó profundamente la cultura del país, pero no sorprendió sino a los distraídos.

Probó, una vez más, que en nuestra turbulenta historia nacional el maniqueísmo preservaba, intacto, su lugar protagónico.

Casi treinta años después, aquella dicotomía encarnizada vuelve a ganar la plaza.

El propósito de instrumentar políticamente la tendencia a las contraposiciones tajantes y al enfrentamiento sin mengua doblega, de nuevo, nuestro discernimiento.

Pero ya no se trata sólo de los intelectuales.

Los Kirchner advirtieron mejor que nadie lo alta que podía llegar a ser la rentabilidad de esa disposición a la intolerancia, a la subestimación franca del derecho y el parecer ajenos.

Y supieron capitalizarla.

En ella fundaron su concepto del poder.

A ella sometieron la práctica de la ley y la democracia, la caracterización del adversario y el destino de la República.

Hoy, las huellas del rencor se multiplican.

Rebasan los muros del cenáculo intelectual y se proyectan sobre la vida cotidiana.

El rencor está en la calle.

Se alimenta, al igual que Asterión, de carne humana.

Alentado por el oficialismo mediante un discurso reduccionista, cuyos acentos sobresalientes son el desprecio y la jactancia, ese rencor se asienta en disyuntivas tajantes por las que aún se muestran atraídos muchos argentinos.

No hay matices.

No hay término medio.

El Bien y el Mal lo absorben todo.

No hay lugar para nadie que no esté adscripto a uno de estos polos.

Se trata de optar entre la mentira y la verdad.

Las huellas del rencor ya se advierten en las relaciones interpersonales.

Se plasman más allá de la disidencia entre intereses económicos o sectoriales.

Más allá de las tensiones razonables entre el Estado, los gremios y las corporaciones.

El rencor ha irrumpido en la intimidad.

Amistades de muchos años ven quebrantada su fortaleza por la imposibilidad de disentir sin violencia cuando se habla de política.

La crispación brutal con que el matrimonio gobernante suele tomar la palabra ejerce su efecto deletéreo sobre quienes, conversando, se deslizan de pronto hacia la actualidad y terminan enfrentados con la misma saña con que pudieron haberlo hecho, hace cinco siglos, católicos y protestantes o, hace siete décadas, quienes se mostraban a favor o en contra del Eje.

No hay transigencia.

La irreductibilidad de las posiciones campea sin freno y obstruye el intercambio de ideas cada vez con más frecuencia y en las circunstancias más inesperadas: en la casa de un amigo, en un almuerzo entre compañeros de trabajo, en un encuentro nocturno de parejas cercanas.

Es indudable que, en la Argentina, ha renacido cierto interés por la política.

Pero con más energía aún se ha diseminado el odio al disenso, la necesidad de ahogar en la uniformidad de criterio toda discrepancia.

Siguiendo el patético ejemplo brindado por el Gobierno, un pronunciado sectarismo empieza a advertirse en la vida privada.

La desconfianza generada por las disidencias políticas desbarata la espontaneidad e impone cautelas y suspicacias que envenenan los vínculos.

Poco a poco se ha ido extendiendo la convicción de que no hay convivencia posible con quienes sostengan una opinión distinta de la propia.

La tesis paranoide desplegada por un oficialismo que se considera emplazado por enemigos y detractores que no dejan de conspirar influye en el mundo de los afectos y fragmenta aún más a una sociedad ya escindida.

Es sobre todo en la clase media donde los desacuerdos políticos operan con furia inaudita; es allí donde la radicalización en los juicios se deja ver con más evidencia y donde alcanza su poder de ruptura más hondo.

Sé de muchos que, en ambientes ideológicos con los que están identificados, ya no se atreven a pronunciar los nombres de aquellas personas a las que estiman, pero que no comparten con ellos un mismo diagnóstico sobre la realidad.

Temen el repudio de los suyos.

Temen despertar la ira e, incluso, la duda sobre su fidelidad al credo común. Una autocensura creciente desplaza a la libertad de juicio y va ampliando la lista de indeseables que ya no deben formar parte del círculo de allegados.

La incidencia de lo político puede más que lo afectivo y la necesidad de consensos sin fisura empieza a preponderar donde anteriormente reinaba el placer de conversar en un clima sin restricciones.

Y así como la pareja presidencial no se cansa de repetir que o se está con el país (es decir, con ella) o se está contra el país (es decir, contra ella), así proceden también quienes, no tolerando la menor discrepancia con su comprensión de los hechos, prefieren poner fin a relaciones hasta ayer entrañables antes que rever sus rígidos principios.

Por supuesto, sería abusivo pretender que la responsabilidad fundacional de todo esto la tienen los Kirchner.

Ellos no son sino los instigadores de una sensibilidad cuyas raíces se nutren en lo más sustantivo de nuestra identidad.

Los Kirchner son oportunistas.

Hábiles aprovechadores. Han sabido cebar a una bestia nunca del todo enjaulada y de probada veteranía en el arte de colonizar el corazón de los argentinos.

Mediante un discurso de acentos invariablemente destemplados y agresivos, el matrimonio presidencial ha logrado manipular esa arraigada propensión nacional a la confrontación y la intolerancia.

Ha sabido hacerse portavoz de un reduccionismo burdo y violento que doscientos años de historia no parecen haber atenuado.

Nos guste o no, los Kirchner, al pronunciarse, no muestran únicamente lo que son. Muestran también lo que, como Nación, todavía no hemos dejado de ser: subestimadores infatigables de todos aquellos que no coinciden con nosotros, depredadores constantes de oportunidades y recursos, republicanamente irresponsables, desdeñosos de la ley.

Expresión, en suma, de una incultura cívica que no conoce distinciones de clases, ni de propósitos o de partidos.

Somos idólatras de nuestras propias creencias y enemigos incansables de las ajenas.

Mucho se ha dicho acerca de lo saturada que está la mayoría de la sociedad a raíz del hostigamiento a que la somete el proceder de la pareja gobernante.

Para probar el espesor de ese hartazgo, suele hacerse referencia al pasado 28 de junio.

Entonces ? se nos recuerda? la gente votó contra ese modo prepotente y demagógico de practicar la política.

Pero no debe olvidarse que ello no excluye la disconformidad popular con la conducta de los líderes opositores.

Es innegable que se les brindó un voto de confianza.

Sin embargo, simultáneamente, se les hizo un reclamo de mayor madurez.

Conviene, por eso, ser cautos.

No menos errática en su modo de ejercer la política, no menos fastuosa en el autoelogio, oportunista, presuntuosa y contradictoria, además de esquemática y conceptualmente anémica, se muestra la mayoría de los candidatos que hoy disputa a zarpazos el liderazgo de la oposición.

Por eso la atención de la gente no se concentra ante todo en ella sino, cada vez más, en la acción parlamentaria.

No deja de ser un signo de salud cívica encomiable el hecho de que, en un escenario como el actual, el interés público se oriente hacia las tareas del Congreso.

Allí está, antes que en las promesas grandilocuentes de los candidatos prematuros, la clave del porvenir programático del país.

De un país que necesita recuperar no sólo calidad institucional y justicia social auténtica.

Necesita, igualmente, volver a depurar la vida privada.

Desbaratar el miedo y el prejuicio. Confiar otra vez en el diálogo y alentar la tolerancia.


jueves, 25 de febrero de 2010

RESISTENCIA CIVIL POR MALVINAS

Una propuesta para todos los ciudadanos argentinos ante la nueva agresión británica en nuestras Islas Malvinas.


La decisión británica de iniciar la exploración petrolera en aguas argentinas alrededor de Malvinas, con la instalación de la plataforma Ocean Guardian, constituye un salto cualitativo importante en la perseverante política de invasión británica al Atlántico Sur.

Aunque el tema parece sorprender a muchos formadores de opinión locales, la reflexión sobre el saqueo colonial de nuestros recursos petroleros en el Atlántico Sur por parte de la corona inglesa, lleva alrededor de cincuenta años, y fue uno de los motivos – no exclusivos-, de la guerra provocada por los EE.UU. y el Reino Unido en 1982, que culminó con la re-apropiación de nuestros archipiélagos, y con la instalación de la base militar de Monte Agradable en la Isla Soledad.

La corona inglesa, como parte asociada y representante operativa de un poder mundial que la incluye y excede, ha desarrollado desde finales de la década del ’60 del siglo pasado, numerosas investigaciones en la zona, destacándose los denominados Informe Griffiths (1975) e Informe Shackleton (1976).

El primero, con participación de expertos y apoyo de entidades académicas británicas, enfocado a la evaluación de posibilidades de explotación hidrocarburífera en el área de los territorios colonizados, y el segundo, destinado a compilar el resultado de tres expediciones oceanográficas de la Armada británica, para efectuar sobre el área en disputa tareas de evaluación de recursos y potencial de desarrollo en materia de pesca, algas marinas y, especialmente, petróleo.

También después de la guerra de 1982, el gobierno británico encomendó al parlamento otra investigación, conocida como Informe Kershaw, que abarcó tanto aspectos jurídicos e históricos, como geológicos y económicos.

Todos estos estudios determinaron las potencialidades hidrocarburíferas del área investigada, concluyendo que las reservas de la cuenca petrolera en la zona de nuestra plataforma continental alrededor de nuestras Islas Malvinas rondan los 60.000 millones de barriles de crudo.

Razón suficiente –pero no única-, del mantenimiento del enclave colonial británico.

Ante esto, la República Argentina mantuvo sus reclamos diplomáticos con diversa intensidad, durante los sucesivos gobiernos de postguerra.

Sin embargo, los acuerdos de Madrid y de Londres de 1990, supusieron el abandono del tratamiento de la situación colonial por parte de la Asamblea General de las Naciones Unidas, y la reanudación de las relaciones bilaterales, dejando bajo un “paraguas” la cuestión central de la soberanía sobre los archipiélagos australes.

El desarme material y espiritual de la Argentina, la reducción de la evaluación de las acciones armadas de 1982 a un mero episodio de la dictadura –sin comprender sus alcances políticos y estratégicos-, la desmalvinización aún vigente en términos educativos y culturales, así como la extranjerización de nuestros recursos económicos y naturales, han colocado al Estado argentino en una situación extremadamente vulnerable para afrontar sólo la nueva agresión pirata.

El Poder Ejecutivo Nacional, en tal sentido, sancionó el Decreto Nº 256, con el propósito de dificultar el abastecimiento marítimo de los operadores petroleros, obligando a las empresas navieras a declarar sus movimientos en la zona.

Y, aunque resulte de difícil implementación -por la desarticulación del sistema de Defensa Nacional-, resulta en una clara advertencia para aquellos que deseen comerciar regularmente con nuestro país.

Creemos que la acción colectiva y pacífica de la comunidad nacional puede ofrecer una efectiva contribución al fortalecimiento de las capacidades de nuestro país para enfrentar el saqueo de nuestros recursos naturales por parte del agresor británico.

En total coherencia con los esfuerzos políticos y diplomáticos realizados por el Gobierno Nacional, cada uno de nosotros puede ejercer una resistencia pacífica, perjudicando sus intereses económicos en la Argentina continental y, -de transformarse las declaraciones en acciones concretas-, también en los restantes países suramericanos.

Se trata, básicamente, de encarecer la operatoria de las empresas petroleras británicas que comenzaron a explorar nuestros mares, medida que se enmarca en nuestra Constitución Nacional, cuando afirma que “La Causa de la recuperación de dichos territorios y el ejercicio pleno de la soberanía…constituyen un objetivo permanente e irrenunciable del pueblo argentino” .

En consecuencia, los abajo firmantes, ex soldados combatientes en Malvinas e Islas del Atlántico Sur, y los ciudadanos comprometidos con la Causa de recuperación de nuestra soberanía sobre los archipiélagos y la Argentina toda, convocamos a todos los argentinos y argentinas, sin distinción de ninguna naturaleza, a sumarse a las acciones de resistencia civil que a continuación proponemos:

1.- Peticionar al Poder Ejecutivo Nacional, gestione ante el gobierno de la República de Chile, la interrupción de los vuelos que realiza semanalmente la empresa LAN a nuestras Islas Malvinas, hasta tanto se revierta la agresión unilateral británica.

2.- Iniciar acciones de difusión y esclarecimiento a la ciudadanía ante las oficinas de LAN y en la vía pública, sobre la necesidad de la interrupción de las comunicaciones aéreas a las Islas, como medida básica, indispensable y complementaria a las medidas adoptadas por el Gobierno Nacional respecto a las comunicaciones marítimas, para encarecer los costos operativos de los británicos en la exploración petrolera y posterior saqueo de nuestros recursos.

3.- Evaluar la realización de boicot económico a los productos y empresas británicas que operan en territorio continental argentino.

4.- Peticionar ante las representaciones diplomáticas de los países suramericanos que se sumen activamente al bloqueo naval y aéreo a las Islas y, eventualmente, que sus respectivas comunidades acompañen las medidas de boicot económico a los productos y empresa británicas que operen en sus mercados.

5.- Evaluar la realización de manifestaciones de protesta pacífica frente a la plataforma Ocean Guardian, con incursión de naves civiles, para difundir la posición argentina en el escenario internacional.

Quienes deseen adherir a las propuestas aquí enunciadas, o realizar otras de similar carácter, rogamos comunicarlo con su nombre, apellido y número de documento nacional de identidad, a los correos electrónicos:

www.resistenciacivilpormalvinas@yahoo.com.ar

www.acemalba@yahoo.com.ar

martes, 23 de febrero de 2010

EL PROCESO Y LOS DDHH ¿ CURIOSO NO ?

DDHH

EE.UU. es un país que no se preocupa por saber si son humanos o si fulano y merengano tienen derechos.

Les mandan palos y después, si queda tiempo preguntan.

Los EE. UU. ha cometido una larga lista de atrocidades a lo largo de toda su historia, llegando a su cúspide con el par de bombas atómicas sobre el Japón y les importa la suma exacta de tres carajos.

En EE. UU. no hay Madres de Plaza de Mayo y las debería haber adocenadas.

EE. UU. e Israel son las dos únicas naciones que no han firmado el Estatuto de Roma sobre los Derechos Humanos.


EE. UU. obligó a Hispanoamérica a firmar lo de Roma.

El primer país del mundo que reconoció como legítimo el Gobierno del Proceso de Reorganización Nacional fue España, en la persona de su Rey (a cargo de las RR. Exteriores) y lo siguen los EE. UU.

Desde el 24 de marzo de 1976 hasta el 25 de mayo de 1983, el Gobierno del Proceso de Reorganización Nacional fue reconocido como legítimo por TODAS las naciones civilizadas de la tierra.

Sin embargo hoy son reos de lesa humanidad.

Los EE. UU. jamás sentaron en el banquillo de los acusados a sus Fuerzas Armadas, cuando en más de 100 casos tenían sobrados motivos.

sábado, 6 de febrero de 2010

ARGENTINA PARA LOS ARGENTINOS

Fuimos, alguna vez, una Nación.
Fuimos respetados y admirados.
Pero nuestra imprevisión, nuestra comodidad y nuestra desidia nos han conducido al presente estado de decadencia.
De allí a la caída hay solo un paso.
Y la caída significa la disolución como nación.

Sería fácil echarle la culpa a un gobierno, pero la realidad es mucho más cruel.
levamos cien años de decadencia.
Cuatro generaciones frustradas.
De aquél que fuera un país, solo queda una cáscara.
Aún hoy, pretendemos no darnos por enterados del ataque continuo por parte de un enemigo que ni siquiera somos capaces de identificar.
Este ataque se ejecuta todos los días contra las bases mismas de nuestra nacionalidad.
Se ataca nuestro TERRITORIO, permitiendo la venta de enormes extensiones de tierra a extranjeros, y enajenando nuestros recursos naturales.
Se ataca nuestra POBLACIÓN, permitiendo el ingreso irrestricto de extranjeros, que se instalan en asentamientos precarios, con medios de subsistencia en el borde de la legalidad.
Se ataca nuestra SOCIEDAD, alentando divisiones ficticias o anacrónicas, como campo y ciudad, izquierda y derecha, ricos y pobres, patrones y obreros, peronistas y antiperonistas, civiles y militares, jóvenes y viejos.
Se ataca nuestro IDIOMA a través de nuestros propios medios de comunicación, convirtiéndolo en un conjunto de sonidos guturales.
Se ataca nuestra HISTORIA , con la excusa de "humanizar" a nuestros héroes.
Se atacan nuestras RAÍCES ÉTNICAS, identificándolas errónea y maliciosamente con minorías indígenas.
Se ataca nuestra ECONOMÍA, destruyendo su base agropecuaria y agroindustrial.
Se ataca nuestra JUSTICIA, poniendo a nuestros jueces en juicio permanente, a merced del poder de turno.
Se ataca nuestra SALUD, permitiendo la instalación y propagación de enfermedades endémicas mortales.
Se ataca nuestra SEGURIDAD, degradando la Policía y legislando a favor de los delincuentes.
Se ataca nuestra POLÍTICA, permitiendo la elección solapada de mediocres y obsecuentes a través de listas-sábana.
Se ataca nuestra DEFENSA, denostando y debilitando nuestras Fuerzas Armadas.
Se ataca nuestra RELIGIÓN, empleando según convenga, el acoso a las jerarquías, la burla o la discriminación.
Se ataca el DERECHO A LA VIDA, pretendiendo instalar un debate sobre el aborto, en el que las víctimas no tienen voz.
Se atacan nuestros SÍMBOLOS NACIONALES, no respetando la bandera, ni la escarapela ni el Himno Nacional.
Se ataca nuestra EDUCACIÓN, desmereciendo su utilidad e imponiendo sistemas ineficaces y disolventes.
Se ataca nuestro DESARROLLO, trabando todo proyecto con argumentos que colocan una supuesta defensa del ambiente por sobre las necesidades básicas de nuestra población.
Se ataca el concepto natural de FAMILIA, debilitando la autoridad de los padres y poniendo en duda su moral.
Se ataca el concepto de MORAL PÚBLICA, instalando la idea de que la corrupción es normal e inevitable.
Se ataca el valor de la EXPERIENCIA, a la vez que se exalta, se engaña y se manipula a los más jóvenes.
Se ataca nuestra JUVENTUD, alentando la libre distribución y adquisición de alcohol y drogas.
Se ataca nuestro FUTURO, sumergiéndonos en una estéril revisión de un pasado ya inmutable.
Se ataca el concepto de AUTORIDAD, en la familia, en la escuela y en la vida diaria, asociándolo al autoritarismo.
Se ataca el concepto de TRABAJO, desmereciendo su utilidad en favor de transitorios golpes de suerte.
Se ataca el concepto de EXCELENCIA ACADÉMICA, premiando la simpatía por sobre el rendimiento.
Se ataca el ORDEN, asociándolo falazmente con la represión.
Se ataca la LIBERTAD DE EXPRESIÓN, mediante la presión, persuasiva o extorsiva, sobre los medios de comunicación.
Se ataca la LIBERTAD DE TRÁNSITO, permitiendo que grupos de encapuchados armados regulen el paso.
Se ataca la PROPIEDAD PÚBLICA, permitiendo la ocupación ilegal de espacios y plazas.
Se ataca la PROPIEDAD PRIVADA, confiscando los ahorros de los ciudadanos para su uso sin control.
Somos el octavo país más grande del mundo y queremos seguir siéndolo.
Somos mayoritariamente de origen europeo y nos sentimos orgullosos de nuestras raíces.
Hablamos un idioma rico y sonoro.
Somos naturalmente religiosos y creemos en un solo Dios.
Creemos en la familia, como célula básica de la sociedad, y amamos a nuestros hijos.
Creemos en una justicia proba e independiente, como pilar de la Nación.
Creemos en la educación, como único camino para ser mejores.
Creemos en el trabajo como único medio de desarrollo.
Creemos que los valores de honestidad e interés por el bien común existen y son parte integral de nuestro ser.
Nos sentimos orgullosos de nuestra historia y de nuestros héroes.
Apoyamos y alentamos a nuestros maestros, porque en sus manos está el país de mañana.
Apoyamos a la Policía, cuyos miembros arriesgan sus vidas para protegernos.
Apoyamos a nuestras Fuerzas Armadas, que durante dos siglos han derramado su sangre para que sigamos siendo libres.
Creemos que la única división real que sufre nuestra sociedad es la de los Argentinos, que trabajan por la Nación, y los Traidores, que trabajan para destruirla.
Somos extranjeros en todos los países del mundo, menos en el nuestro.
Si no lo cuidamos, nunca más seremos ciudadanos de ninguna parte.
Y nuestros hijos, tampoco.
Quien ataca nuestra educación es un ignorante, o un perverso que pretende destruir nuestro futuro.
Quien no respeta nuestros símbolos nacionales no merece disfrutar de los derechos de ciudadano.
Quien ataca nuestra economía es un ladrón.
Quien ataca nuestros valores es un corrupto.
Quien ataca el derecho a la vida es un asesino.
Quien calla ante la opresión, la arbitrariedad y la violación de los derechos propios y ajenos, es un cobarde.
Quien ataca nuestra Justicia o nuestra Policía es un delincuente.
Quien ataca nuestras Fuerzas Armadas es un traidor.
Quien no hable nuestro idioma, a quien no le gusten nuestra historia, nuestras creencias y nuestras costumbres, que busque otro lugar donde vivir.
Porque el tiempo de la decisión ha llegado.
Ser Argentinos o desaparecer.
"Serás lo que debas ser, y si no, no serás nada".
ARGENTINA PARA LOS ARGENTINOS.
Guillermo Martínez Funes
Ingeniero